lunes, 24 de diciembre de 2012

Relato de navidad andina, de Monseñor Baltazar Porras

*** Feliz navidad para todos!

El paseo del niño

 
El 24 de diciembre a mediodía sacan a pasear al Niño Jesús en su cunita por las aldeas y el pueblo de Piñango, en el páramo merideño. El sacristán Santana Torres o los miembros de la Sociedad del Niño Jesús, toman la cestica y comienzan por visitar las casas más lejanas. Al llegar recitan versos parecidos a los de las posadas que son respondidos desde dentro con otra copla, y en ocasiones, cantan o ejecutan aguinaldos tradicionales.
Entran a la casa y son obsequiados con vino pasita, mistela, dulces o comida, bien sea un pancito con cuajada o una hallaca. El michito sirve para paliar el intenso frío de aquellos parajes y para alegrar el corazón en el día del nacimiento del Niño Dios. El recorrido dura hasta el 25 en la mañana, concluyendo con dejar el Niño en el pesebre del templo.
Según narran los vecinos, esta tradición es muy antigua. Los más ancianos manifiestan que cuando eran niños el paseo del Niño constituía una agradable distracción que rompía la monotonía de la vida del campo. Quedan en la memoria colectiva los nombres de Pedro Ramírez, Valentín Moreno, Sergio Pérez y actualmente José Santana Torres.
Además, los muchachos aseguraban así, un día distinto y con abundante comida. El canto o gaita, cuenta con un estribillo improvisado como estos: estamos contentos/ estamos alegres/ el pueblo de Piñango/ parece un pesebre. O este otro: esta casa es grande/ tiene cuatro esquinas/ el dueño de la casa/ que viva, que viva. O se le dedica al dueño de la casa: estamos contentos/ bailando joropo/ el profesor Ezio/ vino de Chachopo. O, El diácono William/ vino de carrera/ va a acabar el carrito/ en la carretera. El coro es siempre el mismo: parece un pesebre/ dicen los pastores/ que ha nacido un niño/ cubierto de flores.
Esta tradición no está exenta de roces entre los encargados de pasear al Niño, pues hay quienes se alegran más de la cuenta y el que paga las consecuencia es el Niño Dios que al caerse de las manos temblorosas de sus custodios, hace que la frágil imagen sufra rozaduras o pérdida de los deditos, teniendo que ser restaurado por el artista del pueblo, Ángel Miro Villarreal. Hasta fechas recientes no se contaba con el sacerdote sino en la primera semana del año para celebrar las fiestas de todas las Sociedades desde el 2 hasta el 6 de enero, culminando con la más sonada, la de San Benito de Palermo. Por eso, los días de aguinaldos y la navidad la tradición religiosa tenía lugar en las casas con alguna ceremonia en común en el templo, presidida por el prioste de la sociedad respectiva.
Piñango ha sido y es, celoso guardián de sus tradiciones religiosas, parte fundamental de su identidad, alegría permanente, en medio de las estrecheces de estos aislados parajes.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo

1 comentario:

Anónimo dijo...

...que linda historia del niño Jesús y los magos!
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un niño Jesús que como que se quedó niño; mataron en la cruz a algún bobo que seguro que no fué Jesús, que tenía otro nombre!; un niño que no da comida y una iglesia que tampoco da nada!
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un cristo que después de no'morir por sólo 3 días, tenía que irse al cielo, porque ya no podía seguir el engaño que él era! y que nunca viene otra vez a este mundo!
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un mero cuento para niños, que adultos ignorantes creen!
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