martes, 8 de junio de 2010

En Venezuela agoniza la estrategia de la desfachatez

Los marioneteros ven morir la estrategia: Chávez no da para más.
Que su pudren 70.000 toneladas de alimentos importados por quienes solo deseaban hacerse de millonarias comisiones? Esa es un maniobra de los oligarcas contra la revolución, dice la presidenta de PDVAL. Eso representa un pequeño porcentaje del total, dice el viceministro de alimentación y lo repite Carlos Escarrá. Eso no le quita méritos a Rafaél Ramírez , argumenta Chávez. Seguiremos importando, amenaza Ramírez.
Los cubanos quienes dan instrucciones a Chávez y a su pandilla les han dicho que nunca se defiendan, que repliquen con agresividad, con impudicia, con desverguenza, con voces de reto, porque así serán creídos por la masa ignorante y ansiosa de tener “campeones”. Culpen a otros, no se den por aludidos, no se averguencen, pues ello refleja debilidad. Cuando alguien meta la pata, como en PDVSA, PDVAL, Bariven, CVG, Bancos, centrales azucareras, cancillería, electricidad, arrecien sus ataques contra la POLAR, contra Fedecámaras, contra líderes de la oposición, contra Obama o Israél. Lo esencial es mantener la iniciativa.
Por años ya esa estrategia de la desfachatez, de la desverguenza, ha dado resultados a Chávez. A pesar de todos los abusos, de todos los desastres e indignidades a las cuales ha sometido a nuestro pueblo, todavía hay muchos a quienes el régimen les parece lo necesario para Venezuela.
Sin embargo, algo ha sucedido en la mente de millones de venezolanos, quienes ya pueden ver al régimen como algo de opereta, donde nadie parece saber que hacer, excepto odiar.
Chávez, mentalmente desequilibrado como resultado inevitable de aflicciones físicas y psicológicas combinada con las presiones contínuas a las cuales es sometido, parece perder coherencia a cada instante. Ha pasado a depender del insulto, la vulgaridad y el llamado incesante a la guerra de clases. Ha visto derrotada su revolución hemisférica en la Cuenca del Caroní, en los campos de Carabobo, en el Táchira y en el Zulia, en las industrias de Barquisimeto, en todos los grandes centros urbanos de Venezuela. Es despreciado en Santa Cruz, Bolivia; Guayaquil, Ecuador, en toda Colombia, en Perú, Chile, Uruguay, Paraguay, en toda Centro América, con excepción del tambaleante sandinismo y en la Argentina de la gran clase media. En los Estados Unidos ya es objeto de investigación por su conexión con los narcotraficantes colombianos y es denunciado casi a diario en la gran prensa del país.
En Europa Chávez es una figura decimonónica, bufonesca, inculta como el Bertoldo italiano, divertida para quienes no tienen que sufrir sus desmanes. Solo en la caldera del Oriente medio, donde el fanatismo es el pan de cada día, Chávez conserva aún algunos adeptos en aquellas tierras, entre quienes aún no saben que el sujeto no es capaz de morir por sus “ideales” ni, mucho menos, amarrarse una bomba en la cintura.

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