martes, 16 de febrero de 2010

Escuchando a Brahms, recordando a Olavarría.






La tercera sinfonía de Brahms comenzó a sonar en la radio y, casi de inmediato, recordé a Jorge Olavarría, con quien mantuve una excelente y fructífera amistad por 30 años, amistad de la cual derivé mucho provecho intelectual y no pocos felices momentos. Esa amistad comenzó cuando Fernando Báez fue nombrado viceministro de Energía y Minas, en 1973 o 1974 y debió abandonar su lugar como cronista petrolero en la revista “Resumen”. Baez le habló a Olavarría de mi como posible reemplazo y este, en un coctel, me ofreció entrada a la revista. Allí escribí por seis o siete años, hasta que tuve que ausentarme de Venezuela después de pelearme con el sector político sobre asuntos de principios relacionados con Petróleos de Venezuela.
“Resumen” fue una de las mejores revistas que se haya impreso jamás en Venezuela. Era, primero y último, la revista de Jorge Olavarría. El la gerenciaba, escribía los editoriales, pensaba en la portada (casi siempre muy buena), supervisaba el diseño general, armaba, corregía, corría y regañaba, todo con el fin de producir, semana trás semana, un producto de muy alta calidad. Los Lunes reunía en su oficina en Bello Monte a quien deseara ir, en eso era totalmente democrático, para escuchar ideas sobre la edición de la semana siguiente. A esas reuniones asistía su primo Gonzalo, Gisela Ortega, con frecuencia Erwin Arrieta, casi siempre yo y uno que otro colaborador, además de Antonio Aparicio, el fino periodista español que asistió a Olavarría por algunos años. De especial importancia eran las entrevistas que llevaba a cabo a personas y personajes de la escena venezolana o mundial. Recuerdo haber participado en, al menos, dos de ellas: una con Teodoro Petkoff y otra con Herman Kahn, el rotundo futurólogo de la Corporación Rand, quien sostendría en casa de Olavarría una discusión memorable con Pérez Alfonzo sobre el futuro (recogida en la revista).
Olavarría era irascible, sin duda, pero su ira generalmente le duraba lo que dura un chaparrón en el trópico. Recuerdo una escena entre él y un periodista que trabajaba para él, muy trabajador pero más lento de lo que Olavarría hubiese deseado. Olavarría le gritaba, en mi presencia: “Mira, es que tienes que irte de la revista yá!… por razones de salud!!!” Y cuando el pobre periodista le respondía que su salud estaba perfecta, Olavarría le gritaba: “es por miii salud, no la tuya”.
Olavarría incursionó en la política venezolana, sin mayor éxito, aunque tuvo un gran momento cuando su grupo político obtuvo algo así como el 5 por ciento de la votación y ello lo llevó al Congreso. Al día siguiente de las elecciones un diario caraqueño mostraba su cara sonriente con un titular que decía: “Un loco feliz”, o algo así. En conexión con esa elección Olavarría me había llamado a Washington, donde yo trabajaba para el BID y, sabiendo que yo viajaba con frecuencia a Lima, me encargó hacer contacto con una empresa que fabricaba escobas, para utilizarlas en su campaña. Cuando hablé con la fábrica y les transmití el pedido de 200.000 escobas que hacía Jorge, para ser entregadas en 30 días, me respondieron que eso representaba la producción de tres años para ellos y me colgaron el teléfono.
En otra ocasión se presentó en Washington y se quedó con nosotros un par de días. Venía a comprar unas vacas para iniciar su carrera como ganadero. Lo acompañé a visitar unos ganaderos de la región de Maryland donde aparentemente concretó una compra importante. Luego supe que perdería un buen número de vacas en la travesía, desde Baltimore a Puerto Cabello.
Olavarría no era loco, como mucha gente creía. Era una persona extremadamente ilustrada, un gran humanista, con modales que lo hacían lucir en ocasiones como un niño malcriado. El me decía que cultivaba cuidadosamente su fama de loco porque ello le había dado dividendos políticos. La realidad era que tenía un poderoso intelecto y una cultura avasallante. Por años estuvo escribiendo una Historia de los Pueblos de Habla Hispana que aparentemente nunca terminó y me daba a leer maravillosas páginas sacadas de un legajo de más de mil páginas de borradores que ya había escrito, ya que tenía una asombrosa capacidad y gran disciplina para el trabajo intelectual. Más de una vez me llamó a las tres o cuatro de la mañana a la casa para preguntarme algun dato sobre petróleo, causándome gran sobresalto.
Coincidimos en Camurí Grande, aquel sitio maravilloso que me dio felicidad total por 20 años. Bajo las palmeras Olavarría y yo hablábamos de innumerables temas, siempre adornados con su sentido del humor. Tenía un pequeño velero y me invitó a salir un dia, preguntándome si yo había navegado. Quizás distraído, le dije que sí. Salimos y una vez que estábamos lejos, mar afuera, comenzó a pedirme que hiciera tales o cuales maniobras. Fue en ese momento que yo le dije que nunca había salido en un velero y mucho menos tenía conocimientos marinos. Olavarría sudó para regresar manejando el velero sin mi concurso y lanzando improperios.
Un día me dijo: “Mira, Gustavo. Me voy de Venezuela por dos razones. Una, yo no entiendo este país. Y dos, este país no me entiende a mí”. En efecto, se fué y estuvo fuera de Venezuela por dos o más años, en una bella casa en Norwich, Vermont, un pueblito de unos 1000 habitantes, incluyendo dos venezolanos, el y yo, aunque cuando él se fue a quedar allá ya yo había vendido mi casita en el pueblo. Recuerdo una noche que di un pequeño coctel para mis vecinos de Norwich e invité a Jorge, quien se apareció ataviado con una fina capa, causando una gran impresión entre las damas del vecindario, como todo un caballero español, a lo Burlador de Sevilla.
En nuestra amistad siempre lo consideré intelectualmente superior y creo que él nunca pensó que los geólogos, gente que andaba vino rocas, pudiesen escuchar música clásica y leer poesía lírica inglesa o española. Se sorprendió de que yo conociese a Brahms y muchos otros compositores clásicos. Un dia le comenté que estaba leyendo una obrita de George Bernard Shaw. Me preguntó: “Como se llama”? Le respondí: “Aventuras de la niña negra que buscaba a Dios”. Y exclamó: “Shaw nunca escribió nada llamado así! A un ex-embajador en Inglaterra no le puedes meter coba”. Fui a mi apartamento cerca de Camurí y regresé con la obrita. Se quedó pasmado.
Olavarría fue uno de esos hombres que, como dicen en los Estados Unidos, parecen “más grandes que la vida” (look larger than life). Aunque no tomaba licor tenía un apetito pantagruélico, comparable al de Rafaél Tudela, otro gigantón “larger than life”. Tuve la mala ocurrencia de invitarlos a ambos una noche al “Bodegón de Lino”, en Caraballeda, donde se comieron un jamón completo, afortunadamente el único jamón verdadero que guindaba del techo.
La obra escrita de Olavarría fue importante. No solo en “Resumen”, editoriales eminentemente coleccionables, sino ensayos extraordinarios sobre diferentes temas venezolanos y una serie de aportes históricos (Historia Viva) de una gran agudeza y erudicción en El Nacional. Es lamentable que su gran ensayo, “La Nueva República”, todo un modelo para una Venezuela de primer mundo, haya tenido tan poco eco.
Importante como fue su obra escrita, Olavarría es recordado por su actuación pública, por su vehemencia y brillantez de exposición. Estuve en “su esquina” como su asistente la noche que debatió con Eleazar Diaz Rangel sobre “Libertad de Expresión” en televisión, apabullando al incoloro Diaz Rangel con su capacidad dialéctica.
Olavarría era de grandes amores y grandes desencuentros. Su admiración inicial por Carlos Andrés Pérez dió paso a la más feroz agresividad. Su admiración por Alfredo Maneiro se mantuvo debido, quizás, a la muerte temprana de Maneiro. Fue inicialmente seducido por la figura de Hugo Chávez, solo para convertirse luego en uno de sus más grandes críticos, incluyendo su histórico discurso en el Congreso, el 5 de Julio de 1999, un discurso muy valiente y profético. Lamentablemente, fue su apoyo inicial a Chávez lo que causó mi rompimiento con él, algo que creo, en retrospectiva, fue un error de mi parte, sobre todo por la manera airada y pública como lo hice.
Hoy, oyendo a Brahms, su compositor preferido, lo he recordado y he querido pedirle excusas a su memoria. En un momento de indignación, justificada o no, rompí con él y con 30 años de amistad. Esa actitud me robó cinco años de su amistad, hasta su muerte, en Abril 2005. Creo que fue una gran pérdida para mí. En Abril de este año se cumplirán cinco años de su muerte.
Si pudiera le diría que aún conservo su regalo, cuando me despedí de él para irme de Venezuela en 1981, un volumen llamado: "Los Filósofos Morales".
Gracias Jorge, lo leo con regularidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizas su disgusto con Jorge Olavarria fue equivocado de forma, mas no de fondo. Fue sorprendente que una persona de la estatura intelectual de Jorge Olavarria lo enganara Hugo Chavez.

Citandolo a el mismo, "a un Embajador en Inglaterra no le pueden meter coba".

Por lo menos no tan facilmente como Chavez lo hizo.

El discurso de Jorge Olavarria ante la "Asamblea Nacional" lo exculpa parcialmente de su error inicial con Chavez. Pero aun Venezuela padece las consecuencias de ese (y de muchos otros inicialmente "enganados") monumental error.

Libertad Libertad dijo...

Siempre admiré el gran talento de Don Jorge Olavarría. Hombre intenso y de descomunal inteligencia e ilustración. Una lástima que sus habilidades para el control de sus emociones no se equipararan a su estatura intelectual y a sus responsabilidades como formador de opinión de nuestra mayormente ignara población. La pasión desbordada que mostró en sus aciertos, tuvo un peso mayor en sus "imperdonables" desaciertos.
Siempre agradeceré a la vida el haber podido leerlo y escucharlo. Hoy atesoro algunos de sus escritos premonitorios, y lamento su precoz partida cuando nuestra Venezuela secuestrada por la vesanía roja requiere de tribunos de su temple intelectual e intransigencia moral para suplir las inmensas carencias que hemos ido acumulando durante estos años horribilis de disolución institucional progresiva...
Reciba un muy cordial saludo Dr. Coronel desde nuestra Venezuela secuestrada "por ahora" por el horror rojo... al tiempo que le agradezco su escritos y su ánimo ejemplarizante de venezolano, que como yo y como muchos, no se rinde...!!!