domingo, 27 de septiembre de 2009

La universalidad de lo cotidiano: recordando a Thornton Wilder.

El gran escritor Thornton Wilder



Un extraordinario artículo en Newsweek sobre Thornton Wilder me ha hecho recordar a este gran intelectual estadounidense, el único que ha ganado premios Pulitzer tanto en la novela como en el teatro. Cuando era un adolescente leí una novela de Thornton Wilder, “El Puente de San Luis Rey” (ganadora del premio Pulitzer) con una mezcla de maravilla e indignación. Maravillado por su profundidad dentro de una gran sencillez. Indignado porque el autor plantea una grandiosa interrogante que deja, al final, sin respuesta (por la razón fundamental de que tal respuesta no existe).
Cuando el mejor puente del Perú se viene abajo mueren cinco personas. Un testigo del hecho, el monje franciscano Junípero se hace la pregunta: “Por que murieron estas cinco personas. Era su destino? Hay una razón que conecte estas muertes?”. Sus intentos por responder a esta pregunta le cuestan la vida. La reflexión del monje queda en el aire: “Vivimos por accidente y morimos por accidente o vivimos y morimos de acuerdo a un plan?”.
En este libro Wilder escribe, de manera memorable: “Hay un país de los vivos y un país de los muertos. El puente que los une es el amor”. Aún cuando el autor no responde a la pregunta que plantea nos deja esta hermosa reflexión sobre la naturaleza de la vida humana. Existe, en efecto, una tierra de los muertos que está conectada a la tierra de los vivos por el amor, por el recuerdo.Y mientras este puente exista, dice Wilder, la inmortalidad también existirá. Wilder también escribe: “ Muchos quienes han vivido por mucho tiempo saben menos del amor que un niño que ayer perdiera a su perro”.
Hay algo acerca del amor, nos transmite Wilder, que es imposible de recoger en palabras pero que es facilmente advertible en la cara de un niño.
Wilder escribió, entre otras, dos obras para el teatro que también ganaron premios Pulitzer. En una de ellas: “Nuestra Aldea”, (Öur Town”) Wilder buscó equiparar la cotidianidad de la vida en una aldea de Nueva Inglaterra con un sentido universal de la existencia. En una conversación inicial entre dos personajes, el Dr. Gibbs y el joven repartidor de periódicos Joe Crowell, Gibbs pregunta: “Hay algo importante sucediendo en el mundo?”. Y el joven responde: “Si señor. Mi maestra, la Srta. Foster se está casando hoy con un tipo en Concord”. El apuntador de la obra, como parte del drama, interrumpe este diálogo y le dice a la audiencia: “Quiero decirles algo sobre el repartidor, Joe Crowell. Era muy inteligente, se graduó con honores en secundaria, obtuvo una beca para MIT y se graduó de primero en su clase. Los periódicos de Boston lo reseñaron en su momento. Iba a ser un gran ingeniero. La guerra comenzó y murió en Francia. Toda esa educación, para nada”. Wilder le ofrece a la audiencia, a través del apuntador, otra versión de lo importante que sucede en el mundo.
En esta obra de Wilder los deseos de algunas personas, como es el caso de la Sra. Gibbs, quien deseaba viajar a Francia y ahorra el dinero por mucho tiempo, se subliman al dejar el dinero a sus hijos que se casan. Su vida en el pequeño pueblo, piensa, ya le ha dado suficiente felicidad y hay quienes necesitan más ese dinero.
Queda en el espectador la idea de que los sucesos mas triviales y los más importantes son apenas puntadas de un tejido tan grande que no representan diferencias reales en la escala de nuestra vida como especie. El matrimonio de la Srta. Foster y el triste sacrificio de Joe Crowell, sugiere Wilder, son aspectos igualmente fugaces de la inmensa escena humana.
La obra teatral se presenta como un ensayo casi “arqueológico” que servirá, dice el apuntador, para que dentro de mil años “alguien sepa algo más sobre nosotros que lo del vuelo de Lindbergh o el Tratado de Versalles”.
Wilder también dijo alguna vez que “cuando estamos seguros en nuestro hogar añoramos una aventura pero cuando estamos en la mitad de una aventura, añoramos la seguridad de nuestro hogar”. Esto es muy aplicable a nuestra situación venezolana actual, en la cuál hemos llegado a añorar lo que fue la Venezuela amable del pasado. Hoy estamos en medio de una aventura de resultados impredecibles, una aventura de la cuál solo saldremos bien si somos fieles a nustras mejores cualidades de decencia, coraje moral y responsabilidad ciudadana. Regresar a la seguridad de nuestro hogar requerirá un titánico esfuerzo de “nuestra aldea”. Debemos lograr que sean los amables matrimonios de las Srtas. Foster los que prevalezcan en nuestra sociedad, no el sacrificio de nuestros jóvenes.

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