lunes, 28 de septiembre de 2009

La mujer: protagonista en la pintura de Gustave Klimt

Arriba: Adele Bloch-Bauer
La esposa "formal" de Klimt.
En la búsqueda de Gustavos interesantes: Flaubert, Eiffel, Gil, Dudamel, Becquer, alguno que otro rey de Suecia, hay uno que me atrae profundamente por su
elegancia, por su sentido artístico y su genio para elevar a la mujer al nivel de gran protagonista. Pocas veces he visto la belleza femenina tan maravillosamente revelada como en los lienzos de Gustave Klimt. Este pintor nacido en Austria hablaba poco. Decía: “Quien quiera saber algo sobre mí – como artista – que vea cuidadosamente mis lienzos y trate de ver en ellos quien soy yo y lo que deseo hacer”. Klimt agregaba: “todo arte es erótico”.
Aún para mi naturaleza un tanto gazmoña, la pintura de Klimt ejerce una irresistible fascinación. Tiene que ver con los colores, con la elegancia (esa cualidad casi perdida) y con la manera como lo erótico nos es transmitido. Nada de desnudeces y caderazos. Nada de vulgaridad. Las mujeres que pinta Klimt son bellezas en éxtasis. Quien ha visto de cerca un rostro de mujer en éxtasis puede apreciar esa pintura.
Klimt, dice uno de sus biógrafos, pintaba a las mujeres desnudas y… después… las vestía. Como el mismo ha dicho, estaba fuertemente influenciado por el amor hacia el detalle de los pintores japoneses.
Nunca nadie ha descrito en el lienzo un orgasmo femenino tan elegantemente como Klimt. Para ver mujeres igualmente bellas en el lienzo, aunque sin esa misma carga erótica que es lo que proporciona belleza adicional a las mujeres de Klimt, hay que ir varias centurias atrás, cuando Boticelli andaba por el mundo. Solo Venus emergiendo de las aguas puede competir con el retrato de la Sra. Adele Bloch-Bauer.
Gracias, Gustavo Klimt, por haber existido….




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